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martes, 1 de diciembre de 2015

La Primera...

Era mi primer mes de trabajo como asesor en una marca de ropa prestigiosa y muy elegante. La verdad era difícil para mí aceptar ese título, pues había estado trabajando siempre en cocinas, como mesero, pizzero, bar tender etc. Pasé por muchos puestos operativos en los que llevas un uniforme que solo te hace ver presentable, jamás me preocupé por mi cabello, regularmente lo tenía relamido con gel o escondido bajo una red de cocina, apenas tenía un par de pantalones que ni siquiera eran de mi talla y algunas camisetas. No necesitaba más porque la mayor parte del tiempo la pasaba trabajando. Pero por una o por otra razón, entré a ser asesor de moda.

Ahí estaba yo, a penas aprendiendo cómo vestir, combinar colores nombres de prendas, cortes y temporadas. A veces pienso que la vida me ha estado entrenando de alguna manera para esto, no para ser asesor, sino para ser la mejor versión de mí, pues… de ser un tipo que apenas vestía y a quien ni siquiera le importaba como lucía, comencé a preocuparme por mi apariencia, a refinar mis gustos y a vestir mejor.

Ya me estoy saliendo un poco de contexto, esta es la historia de la primera chica que conocí oficialmente, no aquella de mi primera vez, ni siquiera está cerca de serlo, pero fue esta la primera persona que conocí como mujer y no como niña. Y es que es diferente ser un adolecente y acostarte con chicas de tu edad, temerosas, que sienten que cada relación sexual es una travesura, a estar con una verdadera mujer con curriculum sexual.

Como decía, llevaba un mes como asesor de moda y había una bacante para el departamento de dama, así que recién entró una chica, quien de principio no llamó demasiado mi atención, era solo una chica, baja de estatura, de ojos verdes, cabello negro y lacio, con anteojos, de aquellos con armazón negro que al parecer estaban de moda entre los intelectualoides de las universidades, era un par de años mayor que yo, con una gran sonrisa eso sí. Como los dos coincidíamos en los mismos turnos, estuvimos conviviendo bastante por una semana, hasta que uno de mis compañeros de trabajo, mi jefe en realidad, quien después se haría uno de mis mejores amigos, me sugirió invitarla a salir, alegando que en realidad era una chica guapa y que si en ese momento yo estaba soltero, debería intentarlo.

Era algo difícil para mí, nunca había invitado a salir a una chica, así, de la nada y con la intención de seducirla o conquistarla, le respondí que no, que no llamaba mucho mi atención, pero en el fondo sabía que no me atrevería a hacerlo, no creía que fuese a aceptar, en realidad, casi estaba seguro de que me rechazaría. Mi amigo, que en ese momento era mi jefe, se burló un poco de mí e incluso me preguntó que si realmente me gustaban las mujeres, con un tono entre burlón e inquisidor, lo tomé casi como un desafío  y le contesté que sí, pero que no saldría con ella solo para comprobárselo. Pero… no podía mentirme a mí mismo, era para mí una chica linda, pero también representaba la oportunidad de enfrentar uno de mis miedos.

Recuerdo con una expresión de burla en mi rostro, como pasé casi una noche diseñando estrategias para invitarla a salir y asegurar el sí, no sabía qué hacer, como decirle, a donde llevarla, sentía una tremenda preocupación por lo que fuera a contestar o qué iba a pensar ella de esta invitación. No es que fuera la primer mujer en mi vida, en realidad ya había estado con un par de chicas, pero nunca tuve que hacer nada con ellas, jamás las invité a salir y eran chicas con quienes solo se dio el momento, no tuve que pensar en impresionarlas. Por eso, esta chica, de entrada, era una mujer especial en mi vida.
 Otra de las cosas que por su puesto pasaba por mi mente, eran aquellas mujeres que me habían rechazado desde la primaria, secundaria y luego en la preparatoria, por diferentes razones, si era muy chico, si no era muy guapo, si era muy moreno, si les gustaba más alguno de mis hermanos o alguno de mis amigos o alguna otra persona que estuviera por ahí, que si era muy tierno y merecía algo mejor o si no era yo, eran ellas. Cualquier pretexto surgió en esa temporada para recibir el rechazo de muchas chicas. Después de todo, si había personas que podían ver aquellas cosas malas en mí, seguro que cualquiera podría hacerlo. Era en lo único en lo que pensaba durante esa noche.

Un par de días después, coincidimos en el turno de la tarde, me molestaba conmigo mismo de sentirme tan incómodo con la situación que pensé dentro de mí –Chingue su madre… no tengo dinero, no tengo carro, no tengo nada que ofrecer y por ahora tampoco tendré vergüenza, esta noche la voy a invitar a salir y no importa que pase- Al terminar el turno, después de limpiar la tienda y hacer el corte de caja, coincidimos una vez más en los vestidores, dijo que tenía mucha hambre y yo aproveché esa oportunidad de oro. – cerca de mi casa hay un puesto de hamburguesas muy buenas, si aceptas, te invito una, ¿qué dices?- Sé que comer en la calle en un puesto de hamburguesas no es la cita ideal, pero como ya lo dije antes, no tenía dinero ni vergüenza en ese momento, traté de decirlo como una invitación desinteresada, ella podía escapar fácil diciendo simplemente que ya tenía algo de cenar en casa o simplemente diciendo que no quería llegar muy tarde y yo lo entendería, regularmente la gente invita a salir a una chica con algún tiempo de anticipación, pero ella aceptó, incluso aceptó ir caminando hasta ahí, cosa que me sorprendió aún más.

Mientras caminábamos, empezamos la típica plática para saber que era de las vidas de cada quién, cuáles eran sus aspiraciones, sus metas, sus gustos, etc. Era una chica realmente divertida con quien no podía pasarla mal, platicando de todo y esto comienza a sonar igual que como tú has hablado de alguien alguna vez, platicando con tus amigos acerca de una chica que en una cita te cautivó. Pues la sensación era exactamente la misma. Me encantó.

Llegamos al puesto de hamburguesas y seguíamos platicando mucho, en algunas ocasiones incluso escupimos la comida porque no podíamos aguantar la risa, me la estaba pasando realmente increíble.

Me quedé viendo a sus ojos, porque esa noche, no llevaba consigo los lentes y me percaté de sus hermosos ojos verdes, profundos y oscuros, verdes como una laguna, realmente especiales. Lejos de intentar hacer un cumplido, solo le dije sinceramente –No había visto tus ojos sin los lentes, no sabía que eran verdes. Son realmente bellos- y ella contestó –Gracias, lo que pasa es que traigo pupilentes- Se me cayó la cara de vergüenza, me sentí como un estúpido y creo que no lo pude disimular, porque segundos después ella volvió a decir con una carcajada –Bueno… ¡lentes de contacto! Este es el color de mis ojos, pero necesito usar un poco de aumento porque si no, no veo nada- Nos votamos de la risa y aún me cautivó mas su sencillez, otra chica solo habría dicho gracias y en el mejor de los casos si no está acostumbrada a recibir halagos, se habría sonrojado, pero para ella, un cumplido se convirtió en una carcajada.

Contaba las mordidas para pasar más tiempo con ella, pero en algún momento la comida se terminó y hubo que pagar. Estábamos cerca de la despedida y recordé que mi roomie, tenía guardada una pequeña botella de vino y como estábamos cerca de mi casa… - tengo por ahí un vinito, ¿quieres? - -¿Te gusta el vino?- - Sí, me encanta- No era mentira, había tomado clases de cata de vino y conocía bien las variedades y los sabores. Ella no tardó en contestar con afirmación y me comentó que le parecía raro que a un tipo de mi edad le gustara el vino. Había acertado, todo estaba saliendo muy bien, mucho mejor de lo que esperaba.

Llegamos a casa, descorchamos y servimos, seguimos platicando de todo un poco, cosas superficiales y algunas un poco más profundas, me sentía muy cómodo con ella, parecía saber y entenderme claramente, cuando no estaba de acuerdo en algo, me lo decía y empezábamos un debate, a veces ella ganaba y a veces yo solo decidía cambiar de tema.

Esa noche, ella tenía una camiseta de tirantes un poco floja, mientras platicábamos, y la risa hacía temblar su pecho, conseguía ver de vez en cuando uno de sus pezones, el cual comenzaba a distraerme y a apoderarse de mi mente. Y es que todo estaba saliendo tan bien que tal vez podría terminar en la cama. Esa idea estaba trastornándome, -¿Y si lo hubiese hecho a propósito, si ella sabía que a través de su escote podía ver sus senos casi por completo? ¿Qué tal si lo estaba haciendo a conciencia con la intención de seducirme y yo estaba dejando pasar la oportunidad?-

La noche transcurría y el vino ya se había apoderado de nosotros con un efecto somnoliento negativo. Como rutina, era momento de irse –Ya se está haciendo tarde, me tengo que ir, pero, ¿puedo pasar a tu baño primero?- -Si claro, está al final del pasillo- Contesté. No sé cuánto tiempo pasó, pero no podía dejar de pensar que tal vez esa era mi noche de suerte. Desde hace tiempo que no tenía sexo y estaba ansioso en verdad.
Cuando salió del baño, se miró en el espejo del pasillo y yo fui tras ella esperando robarle un beso que rechazó. – ¿Quieres quedarte esta noche?- Insistí. –Iván, me caes muy bien, pero esperaba que fuéramos amigos- Volví a insistir y le dije que me gustaría que me diera una oportunidad, pero volvió a contestar que me prefería como amigo.

No lo entendí, se apoderó de mi una sensación de fracaso, fue como si todas las chicas del pasado volvieran en ellas para decir lo mismo. ¿Qué estaba pasando? ¿Por qué si nos la pasamos tan bien, ellas solo quieren ser mis amigas?  ¿Qué es lo que hago que al final siempre sale mal?

Pasaron algunos días sin novedad y en uno de mis días de descanso, decidí ir por ella a la salida, bajo el pretexto de que estaba cerca de la plaza y que tenía ganas de verla. Era mentira claro, había ido únicamente por ella y porque no podía seguir preguntándome lo mismo con cada chica a la que conocía.

Así que cuando salió del trabajo, me vio en la puerta de la plaza, no sabía que iba a buscarla. – ¡Hola! ¿Qué haces a estas horas en la plaza?- preguntó. –Pues… estaba por aquí y como hacía falta poco para que salieras, decidí esperarme para verte- Contesté. Su expresión cambió un poco, le había gustado el detalle, así que la invité a salir, yo no tenía un plan ni sabía que hacer en caso de que me dijera que sí, invitarla de nuevo por una hamburguesa no era la opción. Pero no tuve que preocuparme demasiado porque de inmediato me dijo que no, que tenía que llegar temprano a su casa. Sentí una pequeña punzada en el abdomen, pero después de todo era un riesgo muy factible y yo que al parecer estaba optando por la espontaneidad al momento de invitar a salir a alguien, no podía quejarme.

-Bueno… te acompaño a tomar el camión- Le sugerí – ¡Si claro!- A decir verdad, me sentía un poco incomodo, después de la negativa, pero de alguna manera ella empezó a controlar la situación y a actuar como si nada, platicando mucho, en verdad que era una chica fantástica. Así pasó el primero, el segundo, el tercer camión y me di cuenta de que los estaba dejando pasar. Era una buena señal, entendía que quería estar conmigo.
Así pasó el tiempo hasta que me animé a besarla una vez más, esta vez tuve un éxito parcial, porque justo después del beso, tomó el siguiente camión alegando que ya era demasiado tarde. Me dejó queriendo más, al menos ya sabía que podía haber algo y regresé a casa sintiéndome al máximo, recuperé mi virilidad y mi ego, aunque suene insignificante, en ese momento era para mí haber anotado un gol, para pasar a cuartos de final.

No podía dejar de pensar en ella, estaba ansioso por verla en el trabajo, por coincidir en horarios. Y así fue, de pronto, nuestra relación empezó a ser una travesura en los almacenes y en los vestidores, cada vez que alguno tenía que ir por ropa, por alguna talla extra o había cambio de turno, nos encontrábamos ahí para intercambiar algunos besos, los primeros, robados y muy inocentes, pero cada vez que entrabamos subía un grado el nivel de intensidad, pero ella siempre se apartaba y me dejaba, creo que eso me mantenía cautivo y pendiente.

Seguimos así por unos días, pero yo ya no aguantaba y los besos y caricias se convertían en mordidas y arañazos, la cargaba de las nalgas en contra de los estantes de ropa y le lamía el cuello, pero cuando ella decidía que era suficiente y salía del almacén, yo tenía que esperar un poco para relajarme antes de salir de ahí señalando a todo el mundo.
Dejé de pensar en invitarla a salir, me imagino que era un poco porque ya estaba cumpliendo mi objetivo y ya no tenía mucho sentido gastar algo de dinero en ella, mi siguiente reto y el que realmente me generaba incertidumbre, era llevarla a la cama, sentía que para llegar a ese punto, teníamos que ser novios primero o tener una relación más estable y no solo de almacén, salir más a menudo y pasar más tiempo juntos fuera del trabajo para generar confianza. Pero para un chico mayor de edad que jamás había tenido una novia, realmente era un reto. Un reto que descartaría en poco tiempo. Pues dentro de poco tendría por coincidencia, el empujón que hacía falta.

Por supuesto, no habríamos podido estar por mucho tiempo escondiéndonos en horas de trabajo en los almacenes y poco a poco los demás se empezaron a dar cuenta de lo que ocurría, hasta que un día, la gerente del lugar, casi nos descubre in fraganti. A partir de ahí, ella empezó a evitarme porque no quería perder su trabajo. Fue esa mi oportunidad. –Tal vez deberíamos volver al principio, te invito a cenar- Este era mi segundo intento y no esperaba desaprovecharlo, después de todo, me sentía más seguro porque sabía que sí había algo entre nosotros. Alegó que estaba muy cansada y que no quería estar en la calle, eso era para mí una muy buena noticia, no me había dicho que no, solo me dijo que no quería estar en la calle. Así que tomé la oportunidad y le dije, -No te preocupes, tengo pasta en casa-

De nuevo estábamos los dos en mi casa, pero ella no parecía dar oportunidades para que me acercara e incluso estaba un poco huraña, como que ya sabía mis intenciones, las cuales eran muy obvias, no lo niego. Cenamos, platicamos, el tiempo pasaba y comenzó a bostezar, una muy mala señal de aburrimiento, me sentía al límite, a punto de perderla, pero en un intento desesperado, comencé a masajearle la espalda ¡valla que fue un gran acierto! Comenzó a retorcerse y acomodarse con expresiones de placer que me encendían. Momentos después le dije que si se llegaba a quedar dormida, sería mejor que lo hiciera en el cuarto y que para mí sería más fácil hacerle masaje en la cama. Siguiente paso cumplido, ya la tenía en donde la quería, pero no como la quería, pues me estaba dando la espalada, pero ahí fue mucho más fácil encender una vela aromática y sugerir un aceite relajante. Todo era plan con maña y ella lo sabía también pero si algo saben hacer bien las mujeres, es fingir inocencia.


Poco a poco, le pedí que se quitara la blusa, pero solo la levantó y la dejó alrededor de su cuello, le desabroché el sostén y como no dijo nada, me sentí mas en confianza, masajeando cada vez más abajo y cuando subía, lo hacía por el contorno de su espalda, con la punta de mis dedos a penas rozando el borde de sus senos. Fui muy paciente, quería que hirviera antes de intentar algo. Cuando el aceite fue absorbido por su espalda y ella estaba totalmente relajada, me acosté a un lado, acaricié su cabello y nos besamos. Nos besamos muy intensamente. Terminó de quitarse la blusa, el sostén y de ahí, fue toda una noche desahogando nuestras ganas, esas ganas que habíamos acumulado por algunas semanas. Alejandra, la mujer que me había dado mi primera experiencia sexual real, a la primera con la que me acosté queriéndola.